El hilo encantado

Tema en 'Entre Amigos' comenzado por VictorCarpio, 30 Mayo 2009.

  1. VictorCarpio

    VictorCarpio CAMarada registrado

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    CAMaradas este pequeño cuento me lo recomendo un buen amigo hace rato que estabamos platicando... la vdd me dejo pensando muchas cosas, cuantas veces queremos que el tiempo pase volando para tal o cual cosa... yo que daria por que ya pasaran estas 3 semanas que quedan de examenes :juajua: y ya estar en toluca... pero en la vida como en el hobbie la ciencia esta en la paciencia (como diria albedo) jojo... asi que espero que les guste tanto como a mi...

    porcierto no me se el nombre del autor, si alguien se lo sabe, se los encargo!!!


    EL HILO ENCANTADO

    Máximo era un niño realmente extraño: le gustaba soñar con los ojos abier*tos. Sobre todo cuando la clase no le interesaba demasiado. El maestro, que lo creía inteligente pero vago, le preguntó un día, un po*co molesto:



    "Máximo, ¿en qué piensas? ¿Por qué no prestas atención?"'



    "Trato de imaginar lo que voy a hacer cuando sea mayor", respondió el niño.



    ¡Pues no vas lejos, chico!", le replicó el maestro. "Procura disfrutar de esta tu edad maravillosa y sin preocupaciones, y deja que los años de la ju*ventud sigan su ritmo."



    Máximo no entendía las palabras del maestro. No le gustaba esperar. Cuando era invierno y patinaba en el hielo, no veía la hora de que llegara el verano para poder nadar, cuando llegaba el suspirado verano, anhela*ba el otoño para jugar con su cometa en la gran explanada de los jardines publicos.

    Máximo tenía una amiga, María, algo más pequeña que él; vivía en el edificio de enfrente. Cuando la veía llegar rubia y de ojos azules siempre sonrientes, Máximo pensaba:



    "Cuando sea mayor, me caso con ella... Pero, ¿por qué no seré ya ma*yor?".



    En una palabra, si alguien le preguntaba qué era lo que más deseaba en el mundo, recibía una respuesta muy precisa: "Me gustaría que el tiempo pasara de prisa...".

    Un día de otoño, Máximo se sentó a descansar en un banco del parque después de una carrera. De improviso oyó que le llamaban: se volvió y vio a una viejécita que le miraba con dulzura. La viejecita mostró al chico un cofrecito de plata con una flor de la que salía un hilo de oro, y le dijo:



    «Mira, Máximo; este hilo tan fino es el hilo de tu vida. Si de verdad quieres que el tiempo pase de prisa, no tienes más que tirar un poco de él. Un trocito co*rresponde a una hora de vida. Pero no digas a nadie que tienes este cofre; de lo contrario, morirás inmediatamente. Tómalo, y ¡suerte!



    La viejecíta entregó al chico el cofre y desapareció. Máximo volvió a ca*sa dando brincos de alegría con aquel tesoro mágico en el bolsillo y al día siguiente el profesor vio que Máximo estaba más distraído que de costum*bre y le echó una bronca:



    "¡Sigues en las nubes! Terminarás suspendien*do, te lo garantizo. Si continúas así, ¡claro!. .".



    Máximo estaba harto de tanto sermón. Se le ocurrió entonces echar mano del hilo para abreviar la jornada colegial. Casi todas las mañanas tira*ba un poquito de él. Así, apenas entraba en el aula, oía la voz del profesor que decía:



    "La clase ha terminado. Podéis salir".



    El chiquillo estaba conten*tísimo: la vida era una serie ininterrumpida de días de vacación y de juegos al aire libre.

    Pero Máximo no tardó mucho en aburrirse, y pensó:



    "¡Cómo me gusta*ría haber terminado ya el colegio y ponerme a trabajar!".



    Una noche que no lograba dormir, Máximo, como quien no quiere la co*sa, empezó a tirar del hilo. A la mañana siguiente, se despertó con bigote, era ingeniero y estaba en una fábrica modernísima. Era feliz con su trabajo. Tiró del hilo con cuidado, lo justo para que llegara la liquidación de fin de mes.



    Un día se acordó de María. Telefoneó a amigos y conocidos hasta que la encontró. Era ya buena moza. Máximo se armó de valor y le pidió:



    "María, ¿quieres casarte conmigo? Soy un hombre con la cabeza sobre los hom*bros y buena posición".



    María sonrió y le dijo que sí. Pero cuando fueron donde los padres de ella, éstos les dijeron con firmeza:



    "Sois demasiado jóvenes y os conocéis poco; esperad al menos un año".



    La chica se puso triste, pero el joven la consoló diciéndole sonriente:



    "No te preocupes, María. ¡Verás cómo pasa el tiempo!".



    En efecto, el año pasó pronto, gracias al hilo mágico. Todas las noches, antes de dormirse, Máximo tiraba un poco de él.

    Faltaba un mes para la boda, cuando Máximo recibió una carta. Era del Gobierno, que lo llamaba al servicio militar. Se despidió de todos con lágri*mas; lo hizo particularmente de su María, que lloraba más que él.



    Al poco de estar en el cuartel, Máximo fue presa de una gran tristeza y añoranza. Dio un tirón al hilo y apareció en casa. Era la víspera de la boda. Fue una ceremonia emocionante. Pero hubo algo que le dejó perplejo: su madre le parecía vieja. Se arrepintió, entonces, de haber tirado tan a menudo del hilo mágico y se prometió a sí mismo que, como ya era mayor, no lo haría nunca más.



    Mantuvo la promesa un par de años. Hasta que María le anunció que es*peraba un niño. "Esperar" era un verbo que Máximo nunca había soporta*do. No resistió la tentación de tener pronto en sus brazos a su hijo, y tiraba del hilo casi a diario. Una noche tiró más de la cuenta; al día siguiente se vio viejo y con dos hijos: uno en el colegio y otro en la universidad.



    Y volvió a las andadas. Cada vez que tenía un problema, Máximo tiraba del hilo para resolverlo en seguida: cuando los negocios iban mal, cuando al*guien enfermaba, cuando quería saber quién iba a ganar el campeonato de fútbol, cuando no podía esperar a conocer el final de una película en la tele...



    Una mañana, Máximo se miró al espejo y descubrió que estaba casi calvo. Se sentía cansado e insatisfecho. Ahora su casa estaba vacía, y María (¡qué horror, cómo había envejecido!) no acababa de entender cómo ella y su marido no tenían mucho que recordar de la vida que habían compartido juntos.

    María le preguntaba:



    «¿También a ti te parece que todo ha pasado muy veloz?», "¿Cómo es posible que nuestros hijos hayan crecido tan de prisa?»



    Máximo no podía responder y se sentía triste. Ya eran dos viejos acha*cosos, y los días más largos que nunca. Pero estaba muy atento a no tirar del hilo mágico.



    Un día que dormitaba en el parque, sentado en el banco de siempre, el viejo Máximo oyó una voz que le llamaba. Entreabrió los ojos. Junto a él es*taba la viejecita que, años antes, le había regalado el cofrecito con el hilo mágico.



    "¿Qué tal, Máximo? ¿Cómo te ha ido? ¿E1 hilo mágico te ha procurado una vida según tus deseos?"



    "Pues, la verdad, no sabría qué decir. Gracias al hilo no he tenido que esperar o sufrir demasiado en la vida, pero ahora me doy cuenta de que to*do ha pasado corriendo; mira cómo estoy: viejo y achacoso .."



    "¿Ah, sí?", "¿Y qué querrías ahora?"



    "Me gustaría volver a ser niño", dijo Máximo con cierta vergüenza. "Y poder vivir de nuevo sin hilo mágico. Vivir como los demás y aceptar lo que me reserven los años, sin ser impaciente."



    "¿De verdad que quieres eso?"



    Y Máximo respondió sin dudarlo un instante:



    "De verdad». "Lo que he vivido es*tos años me ha servido de lección; estoy seguro de que no volveré a caer en los mismos errores."



    "Si es así, me alegra haberte ayudado a cornprender una gran virtud: la paciencia. Verás cómo ahora disfrutas más de la vida y estarás en condicio*nes de apreciar también los momentos de fatiga y desaliento que sin duda encontrarás por el camino. Ahora no te queda más que devolverme el co*frecito y.. ¡mucha suerte, Máximo!"



    Apenas depositó el cofrecito en la mano de la viejecita, volvió a quedar*se profundamente dormido.



    "¡Eh, dormilón, despierta!"



    Máximo abrió los ojos. Estaba en su cama, al lado, su madre (aún joven y guapa) que lo rniraba con dulzura. De un salto se plantó ante el espejo y contempló su mofletuda cara de niño. Besó y abrazó a su madre como si hi*ciera cien años que no la veía. Se lavó y vistió en un santiarnén, desayunó como un rayo y salió disparado hacia el colegio. En la calle se encontró con María, que era la niña rubia de siempre. La tomó de la mano y; mientras co*rrían juntos por la acera, le dijo:



    "Tengo un montón de cosas que contarte... ¿Sabes que nuestra edad es la más hermosa?"
     
  2. marinopsycho

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    Respuesta: El hilo encantado

    realmente hermoso el cuento victor gracias por compartirlo un buen punto de que hay que ser pacientes a lo que nos espera jejeje saludos
     
  3. marinopsycho

    marinopsycho Patrón de las profundidades

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  4. aquaflash

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    Respuesta: El hilo encantado

    Víctor, que cuento más entrañable. Muchas gracias por compartirlo.

    Yo que estoy, según la sociedad, en la puerta de la ancianidad por mi edad me ocurre como al niño personaje del cuento, Máximo: la vida es veloz, demasiado. Por este motivo debemos vivir intensamente cada instante, sobre todo cuando somos felices.
     
  5. Colofox

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    Respuesta: El hilo encantado

    Victor, interesante reflecciòn, que con los años de la vida entiendes mejor,y te das cuenta que no importan los sinsabores que enfrentes, lo que vale son las vivencias, enseñanzas y momentos felices. Saludos.
    P.D. para ser leido varias veces.
     
  6. Orfeo

    Orfeo Aprendiz de arrecife

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    Gracias por el cuento amgo Victor, tiene una gran filosofia, "la vida pasa tan deprisa que hay veces que volteo y ya no esta".

    Por lo menos yo añoro los años de mi feliz infancia.
     
  7. seak33

    seak33 Líder del arrecife

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    Respuesta: El hilo encantado

    worales victor pero k buen cuento amigo!!! me puso a reflexionar demaciado!!!! wow!!! muchas gracias por compartirlo!!!! salu2 canijos k esten bien!!!:o
     

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